Viernes, 19 Abril 2024

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Ennio genio Morricone el gran épico de atmósferas cinematográficas

«Componer bandas sonoras te permite trabajar con cualquier forma expresiva, la canción melódica, el rock, la música dramática, la informal, el folk… La música de cine contiene todas las músicas, igual que el cine -el arte moderno por excelencia- contiene todas las artes. Es esto lo que el cine da a la música: la convierte en música total». Ennio Morricone

 La música ha acompañado al cine desde su creación, para el cine mudo la música fue una aliada al crear las atmósferas necesarias para las incipientes narrativas que se empezaban a fraguar.

En su artículo publicado en La Jornada Semanal Pablo Espinosa nos brinda los siguientes apuntes que nos ayudan a entender esta relación:  «Desde que Victor Herbert puso en papel pautado lo que sonó en el filme de 1916 de Thomas f. Dixon, The Birth of a Nation (El nacimiento de una nación), la música para cine se convirtió en una de las bellas artes.

«Pocos sobrevivieron al éxito, muchos fueron devorados por la fama del filme en cuestión y sus temas musicales pasaron a formar parte de las amenidades.

«Cuatro años después del éxito de The Birth of a Nation, la práctica de escribir música “clásica” para filmes ya era costumbre consolidada.

«En Alemania, con los trabajos de Wolfgang Zeller y Herbert Windt, en Francia con celebridades del mundo de la música de concierto, y en Hollywood con el éxito de grandes compositores que huyeron de la persecución de Hitler, entre cuyas figuras principales destacaron el compositor de óperas austríaco Erich Korngold y el autor Max Streiner, quienes, con la pléyade de migrantes distinguidos, establecieron las bases de la gran cultura sinfónica en la filmografía hollywoodense subsiguiente.

«Otro migrante distinguido: el maestro Franz Waxman, autor de la música de Der blaue Engel (El ángel azul), estelarizada por Marlene Dietrich y luego, ya trasterrado en Estados Unidos, de Rebecca, de Alfred Hitchcock, en 1940 y después de otro hito: Sunset Boulevard, dirigida por Willy Bilder. A esa generación se unieron el trasterrado húngaro Miklós Rózsa y el ruso Dimitri Tiomkin.

«Un ejemplo estupendo del puente que tendió esa generación de compositores de música de concierto y al mismo tiempo autores de bandas sonoras de filmes sonados es el maestro Leonard Rosenman, autor de la música de Al este del paraíso, de Elia Kazan a partir de la novela de John Steinbeck, con James Dean».

Desde muy niño, influido y empujado por un padre músico, el joven Ennio bebió corcheas a base de bien, primero como trompetista. A los 6 años escribió su primera composición y a los 9 ingresó en la Academia de Santa Cecilia. A os 12 pasó al Conservatorio en donde enseguida se hizo un  hacha en el manejo de la armonía. Se orientó muy pronto hacia el cine y en los años cuarenta escribió su primera banda sonora; para la película Il Mattino. Después de graduarse en 1954, empezó como escritor fantasma, componiendo partituras para películas, que se atribuían a famosos músicos de la época. Pronto ganó popularidad debido a la creación de música de fondo para programas de radio y poco después daría el salto a la gran pantalla.

A partir de aquí todo fueron éxitos. Se calcula que a lo largo de su longeva existencia llegó a poner corcheas a unas 500 películas, lo que es un barbaridad, un récord difícilmente superable al que, que sepamos, no llegaron los grandes de otra época como Waxman, Tiomkin y Schifrin; por citar solo a tres de los importantes.

 Su partida ha generado emotivas declaraciones aquí algunas de ellas.

La actriz Monica Bellucci «Hay personas que tienen la capacidad de hacer el mundo mejor porque saben crear belleza. Ennio Morricone, con su música, nos hace elevarnos hacia algo alto, que necesitamos tanto para poder volver a creer en la nobleza del alma».

 Riccardo Muti, lo ha recordado como «un músico extraordinario no solo para la música del cine sino también para las composiciones clásicas».

 El director asociado de la OFUNAM, Iván López Reynoso, destacó que Morricone deja en su obra «un espectro muy amplio de emociones. Su música no es programática, ni esquemática, sino emocional y conmovedora». Resaltó que en el filme La misión, el italiano lega una música «muy poderosa y capaz de transmitir emociones prácticamente por sí sola».

 El violonchelista mexicano Carlos Prieto, amigo de Yo-Yo Ma, recordó la vez que su colega le dijo que «le tenía una grande admiración a Morricone, inclusive, había grabado un disco con una serie de arreglos para violonchelo y orquesta, con obras de él».

 Prieto también considera a Morricone como una leyenda. «El bueno, el malo y el feo me causó una gran impresión musical, ninguna otra ha hecho eso; me pareció de una gran belleza y originalidad», destacó.

 Con su muerte «se pierde a uno de los hombres que le dieron al cine una memoria colectiva en torno a la sensibilidad y al sentido de la emoción, la ternura y la añoranza», destacó a La Razón, el crítico de cine Gerardo Gil.

 Caballero de la Legión de Honor de Francia y Comendador, Gran Oficial y Caballero de Gran Cruz de la Orden al Mérito de la República Italiana, ha recibido 27 Discos de Oro y 7 de Platino y numerosos galardones: varios BAFTA, Globos de Oro, Grammy, David de Donatello, el León de Oro a toda una carrera en Venecia (1995) y el Polar de la Música (Suecia, 2010). En 2019 el papa Francisco le entregó la Medalla de Oro Pontificia y en 2020 recibió el Premio Camille de la Alianza Europea de Autores y Compositores a los logros de una vida.

 Su despedida me recuerda a la de David Bowie por su carta póstuma.

 «Yo, Ennio Morricone, he muerto», escribió en una carta el genial compositor italiano, fallecido este lunes a los 91 años, para despedirse de sus amigos y de su familia. Tiempo antes de sufrir el accidente doméstico que le costó la vida, el maestro decidió redactar una curiosa misiva con algunas palabras de adiós y de amor, que su abogado leyó en público, por una razón: quería irse sin hacer ruido. «Lo anunció a todos los amigos que siempre han estado cerca de mí y también a aquellos que están un poco lejos, a los que saludo con gran afecto [...]. No quiero molestar a nadie», lo resumió él mismo. También por este motivo, siguiendo su voluntad, el funeral será privado.

 En su artículo para Letras Libres Manuel Pacheco lo despide de con estas palabras: «Este fue el año de su Oscar (2016). Recuerdo su seriedad al subir, y cómo se emociona ante el largo aplauso. Creo que el premio, más que un reconocimiento, debería interpretarse como un agradecimiento. Como me pasa a mí, todos tenemos historias cinéfilas relacionadas con su música y sus películas, y creo que todos estamos agradecidos por su frescura y su originalidad hasta el último de sus trabajos. Lo mejor de un buen hacer como el suyo es que es un disfrute que nunca acaba. Buen viaje.»

 

Jaime Moreno Valenzuela  

 31°44´44´´ N

106°28´35´´O

8:46

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