¿Cuántas veces te quejas al día? ¿Sabes cuantas palabras que pronuncias o piensas podrían considerarse como quejas? ¿Eres capaz de identificar cada vez que te estas quejando de algo? Apuesto que no.

Una queja es un lamento, expresión de dolor, pena o descontento sobre algo o alguien que por lo regular brotan de banalidades que perjudican nuestra felicidad y bienestar. Nos quejamos de todo y de todos, del trabajo, del clima, del tráfico, del gobierno, de la pareja, de los amigos, la familia, de nosotros mismos, de la vida en general.

Las quejas se encuentran extremadamente presentes en nuestras vidas. Están tan inmersas en nuestro lenguaje que invaden gran parte de nuestra comunicación, interacción y por supuesto diario vivir. Las tenemos fuertemente arraigadas como especie siendo el único ser vivo que se queja.

Vivimos en las quejas y tal parece que las disfrutamos, si no entonces, ¿por qué lo hacemos tanto? ¿Cuál es el beneficio de quejarnos? ¿A caso tiene alguno? ¿En que nos ayudan, resuelven algo?

Al contrario, solo hacen que te enfoques en lo negativo de cierta situación o persona provocando de una manera casi segura que amargues tu momento presente dejando escapar tu dicha y felicidad, tu paz. 

Si crees que no te quejas lo suficiente, empieza por observar cómo te sientes la mayor parte de tu día. Emociones como el enojo, coraje, pesar, frustración son señales claras de que estas teniendo pensamientos de queja y de resistencia a algo de tu realidad presente.

Cuando criticas tu cuerpo o reniegas de tu jefe, cuando te enojas por cosas tan sencillas y cotidianas como el calor, la lluvia o los semáforos. Al maldecir al gobierno, la economía, la pandemia o la cuarentena. Cuando te enfocas en todo lo que no tienes en la vida.

Y la lista es interminable, podemos pasar toda nuestra vida quejándonos, resintiéndonos, siendo infelices. Pero también podemos decidir ver la vida con otros ojos, decidir ver el vaso medio lleno en lugar de verlo medio vacío.

En lugar de juzgar a tu cuerpo, agradece que estás vivo. Cuando vayas a renegar por tus condiciones de trabajo, date cuenta que tienes uno. Al desesperarte o querer cambiar a tus padres,  agradece que todavía están contigo, o tus hijos, o tu pareja, o a tus amigos. Al quejarte por levantarte tan temprano, valora que pudiste hacerlo, que tuviste esa grandiosa oportunidad llamada nuevo día.

Los seres humanos como seres racionales tenemos la maravillosa capacidad de poder observar nuestros pensamientos y de decidir cuales queremos que se queden con nosotros.

¿Cómo quieres entonces que sea tu experiencia de vida, en queja constante o en total aceptación y agradecimiento? La primera te traerá desdicha e intranquilidad mientras que la otra te brindará paz y felicidad.

Algo es seguro, las quejas siempre atraerán más quejas a tu vida. Entre más te quejes llegaran más situaciones sobre las cuales podrás quejarte y con ellas emociones como el resentimiento, el enojo, la frustración, e incluso sensaciones como la carencia se harán más palpables en ti.

Por lo tanto, en cuanto detectes una emoción o pensamiento de queja, está en ti el permanecer ahí o decidir soltarlo evitando así todos los efectos negativos que te produce el vivir quejándote. Cambia tu atención y cambia tu manera de vivir, tú tienes el control.

El antídoto más efectivo para cualquier tipo de queja es el agradecimiento, busca siempre  el lado opuesto, encuentra que agradecer alrededor de esa situación que te molesta. Siempre habrá algo, créeme. Entrena a tu mente para esto y tu vida será muy distinta.

Entonces, o te quejas o agradeces, no puedes hacer las dos cosas al mismo tiempo, es una o la otra. ¿Qué eliges? ¿Cómo quisieras vivir tu vida desde que te despiertas, infeliz por todo o en completa paz? Tú decides.