¿Sientes que te hierve la sangre cuando una fila no avanza con rapidez? ¿Te urge todo siempre? ¿Quieres llegar lo más rápido posible a cualquier lado? ¿Vives de prisa la mayor parte del tiempo?

Si se te movió algo con estas preguntas puede que estés teniendo una vida un tanto desesperada. Pon atención a  lo siguiente. 

¿Qué tan desesperado o desesperada eres? Es una realidad que muchos de nosotros vivimos en un córrele constante, como contrarreloj, siempre de prisa. No tenemos tiempo para que nada nos retrase, de hecho parece que no tenemos tiempo en absoluto, como si no nos pudiéramos dar el lujo de esperar, nunca.

Vivimos en la cultura de la recompensa instantánea. Todo los queremos tener al alcance de un click y así pretendemos resolver y experimentar todo; nuestras relaciones, nuestros proyectos,  nuestros resultados, el tráfico, las filas de los bancos, la solución de problemas, los duelos, y todos los procesos de la vida en general.

Vivimos impacientes todo el tiempo y eso nos causa desdicha e infelicidad. Todo lo queremos a la brevedad posible. Vivimos desesperados, ansiosos, y por supuesto frustrados porque la vida no resuelve nada a nuestro ritmo y necesidad. 

Estamos peleados con la espera, con la tardanza, con la lentitud de las cosas, por lo tanto nos embarga la impaciencia, la inquietud, el nerviosismo y la intranquilidad. Nos enseñaron y aprendimos a vivir de este modo, pero no tiene por qué ser siempre así.

Es tiempo de abrir los ojos, ser pacientes y empezar a disfrutar. No olvidemos que todo en esta vida es y tiene un proceso. Los nacimientos, los logros, la abundancia,  las relaciones, incluso la misma muerte, todo lleva su tiempo; entonces respira y suelta el control.

La paciencia es una virtud o cualidad que me permite vivir la espera de una manera confiada, tranquila y en paz sabiendo que lo que venga será lo mejor para mí.  Es saber reconocer el proceso natural de la vida en cada uno de sus aspectos y aprender a disfrutarlos.

La paciencia nos libera, nos permite vivir en aceptación total de todo lo que es para poder estar felices y en paz así como están las cosas. Y claro, tomar acción o hacer lo necesario para movernos del lugar si no nos gustan, pero desde un punto de comprensión y tranquilidad, siempre confiando.

De manera natural, no podemos acelerar el nacimiento de una flor o de una mariposa, o empujar a un rio para que vaya más rápido, o hacer que el sol salga antes, es imposible. De igual manera, no tenemos el control de los procesos de la vida en nuestras manos.

Esa relación, ese ascenso, esa abundancia económica, ese viaje, todo en tu vida llegará cuando tenga que llegar y de la mejor manera. Ni antes ni después, ni como tú lo esperas. La misma muerte nos enseña esto. Solo hay que ser pacientes y saber esperar, trabajando, disfrutando, viviendo.

Se nos olvida que la vida no es un destino, sino solo un viaje lleno de matices, de experiencias, de emociones, de lugares, de momentos, de conexiones en el que al fin de cuentas no vamos a llegar a ningún lado pero todos vamos para donde mismo.

¿Por qué no entonces hacemos de nuestra vida la mejor experiencia de todas, y así permitirnos disfrutar cada día, cada momento, cada instante aunque en éste tengamos que ser pacientes y esperar?